Verano del 2010. Mi viaje al Líbano es inminente y decido despedirme de la montaña. Me acuerdo de mi amiga Nerea, y con ella, noche mediante en Respomuso, acometemos esta prominente cima.
El paseo nos depara lirios, marmotas y una pareja de asnos.
La soledad se hace notar y el tiempo es incierto.
Cruzamos neveros e ibones. Nerea se calza los crampones y decide esperarme a la altura de los lagos. Ha sido un esfuerzo nada despreciable para ella.
De ahí hacia la cima, troto alegre de encontrarme de nuevo en este ambiente.
Aire puro, soledad, profundos horizontes, vacíos y paredes.
Naturaleza salvaje que me da un oxígeno que deberé racionar durante cinco meses en el medio oriente.
Un saludo a Nerea, y otro a los montañeros.
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