viernes, 1 de julio de 2011

Aragüels (3037m)

Parece que mis lesiones por congelaciones han superado su fase de recuperación. Parece también que al fin Iván se ha zafado de sus férreos lazos conyugales. El resultado será una apacible ascensión al pico Aragüels.



Puestos a ello zarpamos rumbo al refugio de Coronas en la bala azabache de Iván, que serpentea alegremente por el congosto de Ventamillo.
Más tarde lo pasará mal, besando las piedras de los diez kilómetros de pista que conducen a la cabaña.

Allí nos espera una bucólica estampa de arroyos, cumbres nevadas, denso bosque y apacibles prados que nos guarecerán en la noche al raso que Iván ha decidido disfrutar. A media noche la lluvia truncará sus planes relegándonos a un pórtico de madera.

A la mañana siguiente amanece nublado. A pesar de ello, basándonos en el pronóstico de bonanza seguimos adelante con el plan.
La marcha pronto se vuelve un tanto pesada. Ni Iván ni yo nos encontramos en la mejor forma física deseable.

Se suceden cascadas y torrentes, rocas grandes y pequeñas. El verde da progresivamente paso al rosado gris del granito de la zona. Los bloques van aumentando de tamaño, al tiempo que nos presentamos en el circo de Coronas, resplandeciente su estampa nevada al sol de la mañana, e imponentes las crestas que escoltan al Aneto. Helo allí, ante nosotros, con una fiereza que no acostumbra a mostrar.

Bordeamos los semicongelados ibones de Coronas, para ya afrontar la subida final, mitad nieve mitad roca.

Nieve hasta el collado. No hacen falta crampones. Seguimos ascendiendo. Las fuerzas se resienten pero poco a poco, paso a paso Iván y yo somos fotografiados en la cima del pico Aragüels por un simpático montañero que ya hollaba la cumbre.
El me sugiere que probemos suerte en el pico contiguo: la aguja Juncadella (3021), y yo, ávido como me encuentro después de tanta inactividad, no dudo un instante en alzarme sobre su exigua cima.

Después, un largo descenso con divertidos resbalones sobre la nieve y pesados pasos sobre la tierra.

El resto, paradas en Benasque y Zuera.
Mi cuerpo se comienza a purificar.
Un saludo montañeros.

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